"El mundo era tan reciente,
que muchas cosas carecían de nombre,
y para mencionarlas
había que señalarlas con el dedo."
100 Años...

viernes, 29 de octubre de 2010

El precursor

Tú eres precursor de ti mismo, amigo mío, y las torres y ciudadelas que has erigido en la vida no son más que un cimiento para tu esencia soberbia que a su vez será cimiento para otra.
Yo soy como tú, precursor de mí mismo, porque la sombra desplegada ante mí, a la salida del sol, se disipará bajo mis pies en el mediodía. Saldrá nuevamente el sol y otra sombra se bosquejará; también ésta se esfumará, otra vez, bajo mis pies, al otro día.

Somos desde el principio precursores de nosotros mismos, y así seremos hasta la eternidad. Todo lo que acumulamos en nuestra vida no es más que una semilla que preparamos para un erial. Somos el erial y los sembradores, somos la fruta y somos los cosecheros.
Cuando eras, amigo mío, un pensamiento perdido en la tiniebla, yo era, como tu, otro pensamiento extraviado. Yo te llamé y tu acudiste a mi llamamiento. De nuestros afanes nacieron los sueños. Los sueños eran tiempos sin cadena, y los tiempos fueron espacio sin fin.

Eras una palabra muda entre los labios balbuceantes de la vida; también era yo, como tú, otra palabra muda y, no bien nos pronunció la vida cuando asomamos al mundo con corazones vibrantes por el recuerdo del pasado y con el afán para el mañana. Y el pasado no es más que la muerte expulsada; y el mañana es el nacimiento buscado.
Ya estamos ahora en manos de Dios. Tú eres un sol radiante en su derecha y yo una tierra iluminada en su izquierda. Tu poder en la iluminación no es superior al mío en reflejar tu luz.

Y nosotros no somos el sol ni la tierra si no el comienzo de un sol más grande y de una tierra más gigantesca. Así seremos hasta el fin de los siglos.
Tú eres predecesor de ti mismo. ¡Oh extraño! Tú que franqueas el umbral de mi jardín; yo soy, como tú, precursor de mis mismo, no obstante vivir bajo la sombra de mis árboles, quieto y sereno.

K. G.



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