"El mundo era tan reciente,
que muchas cosas carecían de nombre,
y para mencionarlas
había que señalarlas con el dedo."
100 Años...

lunes, 4 de octubre de 2010

...Un caso al punto es la investigación de Andrew Canesa (2006) en una comunidad de Larecaja, en la que se muestra justamente el papel de la escuela y el servicio militar en la violencia conyugal. El servicio militar produce dos tipos de violencia: una violencia física, que se ejerce sobre el cuerpo de los conscriptos indígenas y rurales, y una violencia psicológica que mella su dignidad y su identidad dejando secuelas más profundas y duraderas. Pero no todo es sufrimiento. La compensación que trae consigo el servicio militar es la democracia social del prostíbulo. Ello genera una forma de ciudadanía perversa, que se traduce en la permanente frustración por su vida sexual y familiar en la comunidad. Canesa relaciona al prostíbulo con el servicio militar como los dos grandes mecanismos creadores de una ciudadanía de sgunda clase, colonizada. Porque es a través del prostíbulo que el conscripto accede a mujeres de toda casta y color, aunque a cambio de dinero. Estos placeres compensatorios y efímeros les hace volver a sus comunidades a despreciar a sus compañeras, a violentarse con sus hijos. Tanto el palo por ser indio en el cuartel, como la construcción de una masculinidad hegemónica a través del prostíbulo, se combinan para hacerle odiar su cuerpo, su familia, su condición cotidiana de subordinado. Volver del cuartel a un hogar monolingüe, a una familia soterrada y con dificultades de supervivencia, volver al desprecio del vecino de Sorata o a los gestos de superioridad del maestro altiplánico, representa una fuente constante de frustraciones. De modo que ese pequeño respiro fuera de los territorios étnicos, el hecho de haber salido de la comunidad hacia el mundo de la ciudadanía y hacia la universalidad de los derechos y obligaciones, convierte al varón de esa unidad doméstica en un resentido, que detesta a su familia y le tiene bronca a su propia comunidad, porque es como si tuviera conciencia de que ellas son un lastre para su aspiración a "civilizarse".
En esto consiste la introyección violenta de elementos machistas y etnocidas que se da en el cuartel. A largo plazo, con ello se trastoca profundamente las relaciones internas de la comunidad y la familia, se cambian las mentalidades y los imaginarios, se proyecta en los hijos la insatisfacción por su condición indígena.



Silvia Rivera Cusicanqui
Socióloga aymara.





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