En los primeros meses después de mi regreso, los cientos de helicópteros en los cuales había volado comenzaron a reunirse hasta formar un megahelicóptero colectivo, y me parecía que ese aparato era lo más sensual que conocía; salvador-destructor, proveedor-malgastador, mano derecha-mano izquierda, veloz, fluido, sagaz y humano: acero caliente, grasa, borde de lona saturada de selva, sudor que se enfría y vuelve a entibiarse, rock and roll de cassette en un oído y disparos en el otro, combustible, calor, vitalidad y muerte, la muerte misma ya no más una intrusa.
Dispatches
Michael Herr
sábado, 17 de octubre de 2009
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