Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses cuales sean
por mi alma invicta.
Caída en las garras de la circunstancia
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
Su sonrisa y su fuerza eran tan lindas que me resisto a despedirla triste, aunque una angustia enorme nos atraviesa hoy.
Va esta canción en tu hermosa memoria.
Hasta siempre leona.