"El mundo era tan reciente,
que muchas cosas carecían de nombre,
y para mencionarlas
había que señalarlas con el dedo."
100 Años...

sábado, 23 de abril de 2011

Desalojo pascual














Se torna imprescindible la presencia de todos aquellos que se puedan acercar ahora mismo a México 1220. De los medios de comunicación y de los Organismos de DDHH.

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jueves, 7 de abril de 2011

En un día como éste me vertieron de sí las entrañas de mi madre a la luz de la vida. En un día como éste, de la nada, salí al escenario del vasto universo y me asomé a un horizonte entenebrecido. En un día como éste me pusieron las manos de la quietud, hace veinticinco años, en brazos de este mundo tumultuoso, lleno de alboroto y bullicio, de luchas y de inquietudes.
En un día como éste me dió a luz el vientre de mi madre. Veinticinco años que camino bajo el sol y no sé cuantas veces que gira la luna sobre mi; y hasta hoy ignoro aún los secretos de la luz y nada alcancé a saber de los misterios de la lobreguez. Con este mundo indefinido veinticinco veces caminé en torno de aquella sublime y única ley; y mi alma balbucea el nombre de aquella ley cual una cueva que repercute el estruendo de las olas del mar; pero sin comprender nada de su esencia que existe con su existir; y entona las canciones del flujo y del reflujo, pero sin alcanzar nada de su misterio.

En este día se reflejan en mi mente todos los significados de mi vida pasada y mi numen no es más que un espejo nítido en el que miro ensimismado, permitiéndome ver solamente los semblantes pálidos de los años, como rostros de moribundos; los contornos de la esperanza y los sueños y los anhelos llenos de surcos como caras envejecidas. Cierro mis ojos y torno a mirar aquel espejo y sólo veo mi cara. Miro en mi cara y sólo veo tristezas y melancolías. Interrogo mis tristezas y las hallo mudas. Pero si las aflicciones de mi corazón hablasen, las hallaría más dulces que el placer.
En los veinticinco años pasados he amado mucho. ¡Y cuantas veces amé lo que el mundo desprecia y desprecié lo que el mundo ama! Y lo que amé cuando era niño lo amo hasta hoy y lo seguiré amando hasta el fin de mi vida, porque el amor es el único tesoro que poseo y que nadie me podrá quitar. Muchas veces amé también la muerte en mi desesperación y le canté las estrofas más dulces; como rimé para ella, pública y secretamente, los versos más amargos y sin olvidarme de la muerte, amé mucho la vida. Y la vida y la muerte se identificaron en mi alma en el amor, y semejáronse en el deseo, y se asociaron en la fecundación de mis anhelos y cariños.
Amé la libertad, y mi amor creció con mi conocimiento del porqué de tanta esclavitud y despotismo entre los hombres. Naciones esclavizadas, humilladas, sometidas a la adoración de lo ídolos que los siglos obscuros esculpieron y que la ignorancia elevó: ídolos acicalados en sus altares por los labios de los esclavos.

Amé la libertad más que a todas las cosas porque se me pareció bajo la forma de una niña que la soledad apesadumbró y enervó el aislamiento, hasta que se hubo convertido en una sombra transparente que corría por las casas de los hombres y se detenía en las esquinas de las calles llamando a los transeúntes que permanecían sordos, mudos, indiferentes...

Los hombres que amé muy mucho se dividen, en mi ley, en tres clases: unos que maldicen la vida; otros que la bendicen y el resto que la contemplan abismándose en ella. A los primeros los amé por su desventura; a los segundos por su tolerancia, y a los últimos por su honda sabiduría.
Así pasaron mis veinticinco años y así se consumieron mis días y mis noches apresurándose, disipándose con las ilusiones de mis esperanzas, cayéndose de mi vida cual hojas dispersadas por un cierzo otoñal.

Detrás de mi ventana contemplo todas esas figuras y siluetas y después miro más allá de la ciudad. Veo campiñas con todos los contornos de su belleza divina y su alma confidencial; altas colinas, valles, llanuras, y bosques frondosos; campos florecientes; flores que impregnan con sus aromas; pájaros en concierto; arroyos cantores y de dulce murmurio.
Después miro más allá de Albariah y mis ojos tropiezan con el espacio infinito, con todos sus astros luminosos y sus planetas y soles y lunas regidos por una ley suprema y sometidos a una voluntad superior y eterna. Miro y contemplo todos esos objetos y mundos detrás de los cristales de mi ventana y entonces me olvido de los veinticinco años y de todos los siglos que los han precedido y de todos los que vendrán.

Y entonces mi ser paréceme una partícula del suspiro de una niña perdida en un vacío infinito y de insondable profundidad; pero siento en el movimiento de aquel átomo -esta alma- esta presencia que llamo "yo", siento sus movimientos y sus baraúndas; la veo alzar sus alas hacia el cielo y extender sus manos a todas partes; se estremece en el día, de cada año, que de la nada trajo a este mundo. Y con una voz que se levanta de su santidad, exclama: -Salam, vida mía; salam ilusiones; salam oh día que sumerges en tu luz la lobreguez de la tierra!; salam, oh noche, que con tu obscuridad manifiestas la luz del cielo!; salam, primavera que rejuveneces la decrepitud de la tierra; verano que promulgas la gloria del sol; otoño que tronchas las flores y disminuyes la actividad de los campos; invierno que enervas el vigor de la madre naturaleza. Salam años que reveláis lo que el tiempo ha escondido; siglos que rectificáis lo que las edades han viciado!; salam, oh tiempo que nos conduce hacia la perfección!; salam, oh espíritu que guías la vida y que estás oculto tras el manto solar!

Y tú, corazón mío!, Salam!; porque con el salam puedes exhortar y cantar no obstante hallarte sumergido en lágrimas!; salam labios míos, porque vosotros pronunciáis el salam en el momento de gustar la amrgura.


Khalil Gibran




domingo, 3 de abril de 2011

Me até con alambre
Para poner a los caballos en libertad
Jugando con fuego
hasta que el fuego jugó conmigo

La piedra era semipreciosa
Estábamos apenas conscientes
Dos almas demasiado listas como para estar
en la esfera de la realidad
Hasta en el día de nuestra boda

Nos prendimos fuego
Oh Dios, no la rechaces
No se trata de que yo crea en el amor o no
Pero si el amor cree en mí
Entonces tú cree en mí

En el momento de la rendición
Caí de rodillas
No noté a los que pasaban
Y ellos no me notaron a mí

He estado en todos los agujeros negros
En el altar de la estrella sin luz
Ahora mi cuerpo es el plato de un mendigo
Que mendiga su regreso, mendiga su regreso
A mi corazón
Al ritmo de mi alma
Al ritmo de mi inconciencia
Al ritmo que añora
ser liberado del control

Apretando los números del cajero automático
Pude ver en el reflejo
Una cara viéndome de regreso

En el momento de la rendición
De la visión por encima de la visibilidad
No noté a los que pasaban
Y ellos no me notaron a mí

Iba a toda velocidad en el metro
A través de las estaciones del via crucis
Cada ojo mirando hacia otro lado
En cuenta regresiva hasta que el dolor se detuvo

En el momento de la rendición
De la visión por encima de la visibilidad
No noté a los que pasaban
Y ellos no me notaron a mí.

U2